miércoles, 30 de enero de 2013

Un tiempo, un lugar...

Algún día las personas dejarán de creer en sí mismas. Dejarán de creer en ellos a la misma vez que la sociedad les obliga, de algún modo, a dejar de creer en todo lo que les rodea.
Las personas se mirarán al espejo, y no verán en sus ojos la capacidad de hacer realidad sus sueños, no verán posible la capacidad ni de soñar, de imaginar. Enamorarse dejará de formar parte de los corazones de la gente, las alas cortadas llenarán las calles. Ni ilusiones, ya no quedará nada, ni si quiera juntando los miles de pedacitos de corazones rotos.
Y entonces, el cielo se volverá gris, puede que las nubes lleguen a irse, pero el sol no saldrá. La luna se marchará a llenar de plata otro lugar, las estrellas dejarán de brillar y las ramas de los árboles dejarán de ser mecidas por el viento. La primavera se cambiará por un hostil invierno, la música dejará de sonar, hasta que el corazón no vuelva a sentir, hasta que las personas vuelvan a volar, hasta que volvamos a respirar, hasta que volvamos a amar.
Hasta que los sueños decidan volver a nuestras almohadas, hasta que nuestras mentes se desaten, y seamos capaces de volver a nacer.

miércoles, 23 de enero de 2013

Él me decía

Todos los días venía a verme y me traía chocolate. Todos los días me recibía con la misma sonrisa...y qué sonrisa. Inolvidable, de la cabeza a los pies, pasando por esos ojos verdes, siguiendo por su nariz, esa que nunca dejaba de morder. Siguiendo por sus labios...esos labios que eran tan míos como suyos. 
Las manos, que me cogían la cintura, que me acariciaban la cara, que me resbalaban por mi tripa hundiéndose en mi ombligo. 
Aquel cuerpo tan magnético, aquel cuerpo que parecía hecho de velcro, sólo para que fuese imposible despegarme de él, y él de mi. Un velcro que no queríamos despegar nunca, nunca, nunca...
Creo que todo tenía sabor a chocolate cuando estaba con él. Me llenaba de chocolate, de dulces, de besos, de más chocolate...y yo sonreía. De hecho eran los días más felices de mi vida.
No hacía falta salir de casa, mi cama estaba mucho más cerca y tampoco necesitábamos nada más. A mis sábanas le encantaba el olor de su piel, y allí quedaba, impregnado por todas partes por donde él pasase. La cama nos atrapaba, a ella también le gustaba nuestra presencia. Sólo ella sabe todos los besos, los abrazos, las veces que nos habíamos dicho "Te quiero" las veces que sus manos habían recorrido mi cuerpo. 
Nos conformábamos con poco. Y además era un secreto, era nuestro gran secreto.
Y allí mismo, entre las sábanas, me dijo que quería una vida conmigo. Una vida. Eso es mucho tiempo...eso es todo lo que yo puedo desear. Era lo que él me había dicho y yo no lo olvidaré. No olvidaré jamás como esas palabras salieron de su boca hasta mis oídos, directas al corazón. Hablamos durante mucho rato, el quería una hija y le quería poner mi nombre. Yo le decía que ojalá tuviese sus ojos y su nariz, y él se rió. 
Me abrazaba fuerte y me llenaba de besos mientras no dejaba de susurrar
"Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero..."
Pero sin embargo, este pasado, es en realidad un presente. 

jueves, 27 de diciembre de 2012

¿En qué piensas?

Dime por qué estás tan triste. Dime qué es lo que hace que estés aquí, tan sola, dejando caer lágrimas por tu rostro. Cuéntame, vacía aquí tus penas, lanza tus miedos. 
Súbete en el tren, no lo pierdas. No lo dejes escapar. Hazlo, o estarás eternamente arrepentida. Haz lo que sea, pero no te dejes morir lentamente, ni derretir por lágrimas, ni consumir por odio. No te dejes vencer. 
Haz lo que tu corazón chille, lo que susurre. Pero obedecele. 
Nadie sabrá mejor lo que necesitas, más que tu corazón. 
Cierra los ojos, pequeña. Mira lo que quieras. ¿Qué ves? Imagina, siente. Saca a flote todos los sentimientos, que no se hundan, que no te ahogues. 
Anda, no corras. Ve despacio, no hay prisa...
¿Ves que la música se pare? Nunca. Tú tampoco lo hagas. Déjate llevar, en la música se puede pausar, pero no te atranques. Cuando un disco se atranca, se repite, ya no funciona. Y tú debes funcionar siempre, pequeña. Respira, rompe el aire. Descubre, que todos los ríos desembocan en el mar. Entiende, que no sólo respirar es vivir, y descubre, que vivir, también es morir. 

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Me refiero a la intensidad del momento. A la velocidad del viento. A la distancia que separan sus labios de los míos, al ritmo de los latidos del corazón.
Al everest de las sensaciones. No somos de piedra. Tampoco de carne y hueso. De lo único que estamos formados es de un montón de sueños, de ilusiones, de sensaciones, de miedos y de inseguridades, estamos completamente formados de inseguridades y miedos. Por el qué dirán.
Por un lenguaje de sonrisas, miradas y latidos.
Nada más que eso.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Coquita intentando sonreir

Los días sucedían, de lunes a viernes, de domingo a domingo, de doce a doce, sin descanso, y  la pequeña Coquita estaba perdida en alguien desde octubre hasta este mismo instante. Bueno, desde octubre, y desde siempre. Pero las cosas estaban así.
Tarde tras tarde, noche tras noche, beso tras beso y caricia tras caricia. Él estaba ahí. Conmigo, sonriese o llorase. Hiciese frío, calor, tronase, o nevase. Porque lo importante para él era estar conmigo y para mi estar con él. Ni la hora, ni el lugar, ni el momento...
Somos muy felices juntos. Hay chistes, canciones, sonrisas, miradas, millones de besos y alguna que otra caricia. No somos novios, pero somos muchísimo más que eso. Somos  nosotros. Juntos. Y a mi me encantaba esa sensación de darle la mano bajo las mantas, me encantaba él y todo lo que hacía conmigo. Todo.
Hace dos días mi corazón perdió algo que quería y mis ojos no dejaban de llover. Por suerte él estaba ahí, yo lo llamé para verlo. Era en ese momento o creo que me sacaría el corazón del pecho con mis propias manos. 
Salí de casa y andaba rápido, el corazón me iba a mil y mi cabeza no podía pensar nada en ese momento, sólo en respirar, en secarme la cara y en darle un abrazo enorme. Por fin me lo vi. Me abrazó fuerte y me hizo reír todo el camino. Pasé la tarde en su casa, solos, él y yo. Me hizo de merendar una tostada con mantequilla y había muchos besos. 
Antes de irse, abrazó fuerte, y me susurró: 
"Por favor, no estés mal. No me quiero ir así, no llores, no estés triste. Hazlo. Hazlo por mi."
Y esa noche, fui más fuerte que nunca. Lo intenté y lo conseguí. No lloré, aunque me moría de ganas de hacerlo. Pero a la misma vez, sé que él se moría de ganas de que no lo hiciese, de que no llorase. Porque yo sentía que él me veía, me observaba y sabía lo que sentía y lo que hacía en cada momento. 
Es increíble lo que puedes llegar a querer a una persona. Querer verla a todas horas. O como él me dijo:
"Yo quiero verte a todas horas. Incluso cuando estoy contigo, tengo ganas de verte."
Y yo creo que iba a untarlo en mantequilla y empezar a comérmelo. Porque lo quiero. Coquita estaba perdida en alguien, y no quería encontrarse nunca. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Puede

Puede que hasta fuese verdad todo eso que dicen, puede que fuese verdad aquello de que las promesas se van, que una semana te amo y a la otra ni me acuerdo, puede que empezase a convertirse en una realidad para mi, y para ti. 
                               Pero no.
No podía estar pasándome de nuevo, yo ya había aprendido, recapacitado y madurado, yo ya había cambiado mis expectativas en cuanto al amor, no podía pasarme de nuevo todo esto, no podía volver a sufrir por una cosa que ya había acabado por completo, hacía tiempo, y no podía volverse a abrir una herida que llevaba cerrada un año. Más que nada porque no me lo perdonaría. Porque me dije y me prometí a mi misma que esto no me volvería a pasar, y menos contigo. Porque sería esfuerzo tirado a la basura.


Ya me lo decían...y yo me sentí fuerte, me sentía bien, sabía que lo tenía bajo control. Y posiblemente me equivoqué.
O alomejor, posiblemente ahora mismo esté demasiado acobardada, alomejor esté volviendo a adelantar acontencimientos que aún no se han dado, pero yo era otra yo, ya no era aquella chica del verano de 2011 y del invierno triste. Este invierno prometía.
Y os aseguro que prometía con él o sin él.
Ahora soy fuerte y nada ni nadie puede pararme, ni hacerme daño. Yo ya no tropiezo dos veces con la misma piedra. Ya no.

viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Que si tengo recuerdos? Claro que los tengo, tatuados en la piel, a fuego muy muy lento...
He pensado en dejarlos ahí, aparcados, en algún rincón de mi memoria, donde nunca más los encuentre, donde ya no duelan, no hielen.
Llega Noviembre. Frío helador. Suena la lluvia, se huele la música. Y de vuelta, conmigo, Jann Tiersen, facilitándome el sacar los sentimientos, lo blanco, y lo negro. Un año y medio pegados de alguna manera el uno al otro, y los recuerdos jamás se esfuman, permanecen, un año y medio de recuerdos que estando muertos no dejan de vivir. Como el sol que en el invierno alumbra, pero no calienta.